Un débil rayo de sol penetraba en la oscura habitación dándole los buenos días. Malos días para ella. Miró la ventana y descubrió la pequeña ranura por la que se filtraba aquel foco de realidad. No quería abandonar su cama. Se sentía segura en ella. No quería. Puso un pie en el suelo. Haciendo uso de toda su voluntad, consiguió que su cuerpo siguiera a su pie y se levantó.
Y allí estaba ella, quién se lo iba a decir un par de días atrás, cuando todos la daban por perdida.
Se acercó al espejo que tenía en la pared, en donde podía vislumbrar su figura, un amago corpóreo casi inerte. Encendió la luz con el interruptor que había al lado del espejo. Se vio. Sus ojos carecían de brillo, exactamente igual que segundos antes, cuando aún permanecía en la tranquila oscuridad. Negros como el carbón. Negros sus ojos, negros sus cabellos. Se podría decir que hasta sus labios estaban adquiriendo esa tonalidad.
Apagó la luz y, tanteando con sus manos, recorrió la habitación en busca de su cama. Se sentó en ella, con los pies descalzos posados en el suelo, tan frío que empezaban a arderle los dedos.
Pudo escuchar el canto de los pajarillos fuera. "Pútrida y pestilente música". Ése fue el único pensamiento que surcó su mente. Para ella, nada tenía valor y mucho menos los pocos indicios de 'alegría' que pudieran encontrarse a su alrededor. Las flores... pisoteadas por los zapatos, los animales... abandonados por el hombre, el sol... oculto tras el llanto de una nube llorona.
"... ¿Dónde estás? ... ¿Dónde estoy? ... ¿Qué está ocurriendo? ..." Malditas preguntas. Acudían a su cerebro noche y día, perturbando su conciencia, haciéndola más fuerte; y cuantas más preguntas se hacía más sabia se volvía, aunque no llegase a ninguna conclusión, solo por el hecho de razonar.
Ocurrió hace un año. Quizás dos meses. No lo sabía. El tiempo no era un concepto que siguiera a rajatabla. Solo sabía que había pasado. Si no, no estaría entre esas paredes. Igual no estaba entre ellas. Igual nunca lo había estado. Igual solo eran imaginaciones suyas. Podría ser que aquello nunca hubiese ocurrido.
"... ¿Dónde estás? ... ¿Dónde estoy? ... ¿Qué está ocurriendo? ..." Se hablaba a sí misma, a ella anteriormente, en alguna época pasada, a la Ella que existió algún día alguna vez.
Hacía un bonito día fuera. Eso parecía. Se oían las risas de unos niños pequeños que golpeaban su ser hasta dejarla reducida a insignificantes trizas, casi absurdas. Así se sentía ella, casi absurda. Aquél no era su sitio, solo eran imaginaciones suyas.
Estoy aquí. Susurró una voz.
Para ella la voz pasó inadvertida.
Oye, mírame, aquí estoy, ¿no me buscabas? Pues aquí me tienes.
Miró a su izquierda. Miró a la derecha. ¿Era a ella? No, seguramente no. Dejó caer su espalda sobre el colchón sin retirar los pies del suelo.
Sí, sí, es a ti, ¡vengo en tu auxilio!
Cerró los ojos y allí estaba. Era ella. Estaba frente a sí misma. "¿Qué buscas?" Te busco a ti -se contestó. "¿Qué quieres de mí?" Quiero tus preguntas. Ella extendió la mano y de repente fueron saliendo de su cabeza sus preguntas, aquéllas adheridas a su cerebro, que ahora lo abandonaban del mismo modo que lo hicieron preso. "... ¿Dónde estás? ... ¿Dónde estoy? ... ¿Qué está ocurriendo? ..." fueron desplazándose muy lentamente hasta introducirse en la otra ella por el hueco entreabierto de sus labios.
"¿Para qué las quieres?" Te estoy liberando, estoy durmiendo tu ansia por conocer la cruda realidad. ¿No querías ser como esos locos que te encerraron aquí? Eso hago, volverte demente como los otros. "¿Qué quieres decirme con eso?" Te estoy condenando a una vida soleada, iluminada por la razón, una vida dominada por unos pocos y acatada por muchos.
Durmió.
Abrió los ojos. Miró la ventana. Aquel mísero rastro de realidad que siempre la despertaba no estaba allí. Empezó a preocuparse. Se levantó de un salto corriendo hacia el espejo de la habitación. Encendió la luz y pudo admirar un leve brillo en uno de sus ojos.
¿Qué había ocurrido? No podía creerlo. "¡Enfermera!" Nadie contestaba. "¡Enfermera! ¿¡me oye!?" Nadie acudía a su llamada. Retrocedió un par de pasos asustada ante su imagen. Sus piernas rozaron la cama. Su cuerpo se desplomó. Ninguna pregunta a atormentarla. Quizás aquello no había tenido lugar. Nunca. Nada.
Cerró los ojos y durmió.
Cerró los ojos.
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